
Cabral vive momentos de tensión y restricciones sin precedentes, convirtiéndose en un verdadero «estado de sitio policial». En este pueblo, el derecho a la libre convivencia ha sido drásticamente limitado: ya no es posible sentarse en el parque después de la medianoche, disfrutar del río en cualquier horario ni celebrar con libertad nuestras tradiciones.
Uno de los mayores golpes a la identidad cultural cabraleña es el boicot al Rally que marca el inicio de las festividades de Semana Santa, una celebración que incluye la coronación de las Reinas y el Rey Cachúa, el desfile de Carnabral y las tradicionales corridas de Cachúas. Este ataque a la cultura local se suma a la creciente sensación de asfixia social que se vive en el municipio.
Detrás de estas restricciones, la policía actúa con el respaldo de un reconocido y siniestro personaje que se opone sistemáticamente a todo lo que no puede controlar. Basándose en supuestas disposiciones presidenciales y del Ministerio de Interior, los agentes han instaurado un régimen de control autoritario que vulnera los derechos fundamentales consagrados en la Constitución dominicana.
A pesar de los constantes abusos, ni el gobierno ni la oposición han manifestado postura alguna ante estos atropellos. El silencio de las autoridades deja a los cabraleños en un estado de indefensión, obligándolos a resignarse o a alzar la voz sin respaldo institucional.
La situación es tan alarmante que los habitantes de Cabral sienten que su propio pueblo se ha vuelto un lugar hostil. Muchos ya no encuentran razones para seguir viviendo en él. Como si esto fuera poco, también se han impuesto restricciones injustificadas en el comercio, impidiendo la compra de tilapias, víveres, granos y verduras a los vendedores de la Esquina Caliente.
¿Hasta cuándo el pueblo de Cabral deberá soportar tales abusos? La comunidad exige respuestas y acciones concretas para restaurar sus derechos y tradiciones.
Por Yassir Feliz